¡Proletarios
de todos los países, uníos!
NÚCLEO
MARXISTA HILO ROJO
ÓRGANO DEL PARTIDO COMUNISTA
PARA
UN
PROGRAMA, UN PARTIDO...
Van a cumplirse ya cuatro años ya desde que un puñado de camaradas, de
diferentes procedencias políticas, decidiéramos constituir el Núcleo Marxista
Hilo Rojo, en base al "Programa del Partido Comunista para preparar el
Partido Comunista de la próxima revolución".
La presente reedición de dicho programa no está destinada, sin
embargo, a glosar ningún aniversario. La motiva, por el contrario, la necesidad
objetiva de clarificar, a los ojos del conjunto del proletariado revolucionario
de hoy, las exigencias decisivas ante las que la actual situación y
perspectivas de la lucha de clases emplazan a todo trabajador en lucha provisto
de conciencia política.
¿Pero cuál es esa situación y qué perspectivas permite prever el
marxismo acerca de ella?...
* * *
El elemento más característico de la actual situación de la lucha de
clases es la irrupción, en la escena internacional, de un nuevo movimiento
proletario de resistencia a los ataques del capitalismo contra las condiciones
de supervivencia de las masas trabajadoras.
Emergido en el otoño francés de 1995, este movimiento ha tenido
posteriormente jalones patentes en la insurrección proletaria albanesa
desencadenada en marzo de 1997, en la huelga victoriosa, contra la precariedad
y sobreexplotación, sostenida por los 180.000 trabajadores de United Parcel
Service (UPS) de EE UU durante el mes de agosto de ese mismo año, en los 26.000
casos de "agitación obrera" -entre ellos, el principio de
insurrección proletaria sobrevenido en la ciudad de Nanchong, provincia de
Sichuán, donde 20.000 trabajadores de una empresa textil del Estado, al borde
de la quiebra, se pusieron en huelga, en protesta por el impago, durante seis
meses, de sus salarios y arrastraron a la totalidad de la población trabajadora
local a asaltar la alcaldía- reconocidos por el propio gobierno chino durante
los primeros seis meses de 1997 y, por último, en el movimiento contra el paro
salido a la palestra en Francia en noviembre de 1997-enero de 1998.
Este nuevo movimiento proletario no se ha manifestado, con voz propia,
todavía -bien es verdad- en el resto de países del planeta. Pero las mismas
campañas demagógicas y divisionistas, antiproletarias, en demanda de que el
Estado conceda algunas migajas a los parados; campañas organizadas, en la
actualidad, por las direcciones reformistas de los sindicatos, en Alemania,
Italia, y España, por ejemplo, con la intención, apenas velada, de abortar la
irrupción de ese nuevo movimiento trabajador, propio y autónomo, a la escena de
dichos países, prueban fehacientemente hasta qué punto los lugartenientes de
izquierda del Estado capitalista se siente amenazados por él. Intentar
movilizar preventivamente a los parados, por separado del resto de sus
camaradas proletarios, en el cuadro del respeto al Estado capitalista, con
objeto de impedir la lucha unida contra el paro y el orden burgués por parte
del conjunto de la clase trabajadora: en esto se ocupan actualmente, de forma
prioritaria, las direcciones traidoras al proletariado.
Y esto es así, porque lo verdaderamente característico de ese nuevo
movimiento proletario de resistencia que, pese a tales maniobras reaccionarias,
está destinado ineluctablemente a extenderse y acabar ganando el protagonismo
social, aunque sólo sea por el imparable aumento, en curso, de los ataques
capitalistas a las condiciones de supervivencia de las masas trabajadoras, ya
sea en Francia, como en Albania, en los EE UU, como en China, es que tiende a
reunir en una sola lucha de clase a la totalidad de los proletarios más allá de
sus diferencias internas entre sí.
Los partidos y organizaciones del viejo movimiento obrero -conformado,
bajo la dirección de la burguesía estalinista, tras la derrota de la pasada
revolución proletaria mundial de 1917/1927- tratan ciertamente de salir al
paso, a todo precio, de ese nuevo movimiento proletario en ciernes. Allí, donde
como en Francia, este último es ya una realidad tangible, el estalinismo y toda
la cohorte de fuerzas que de él dependen, tratan de someterlo al control de las
direcciones capitalistas de los sindicatos. Donde amenaza con contagiarse, como
en el resto de países avanzados de Europa, son esas mismas direcciones
traidoras al proletariado y servidoras del Estado capitalista las que hoy se
desviven para que las acciones de los parados no se unan a las del resto de la
clase trabajadora y no cuestionen el capitalismo. Sin embargo, todo este
monumental esfuerzo de la izquierda burguesa constituida por dicho movimiento
obrero surgido de la anterior contrarrevolución está condenado, más pronto que
tarde, al fracaso. Y ello no sólo porque el conjunto de esa orquesta
reaccionaria que se mueve en las filas trabajadoras bajo la batuta del
estalinismo y de la cobertura crítica de izquierda de éste, el trotsquismo, ha
perdido, con el hundimiento de
En efecto, si bajo la determinación de la anterior ola revolucionaria
-desencadenada, a nivel mundial, por el Octubre ruso de 1917-, la fábrica
alcanzó su punto álgido como lugar de encuentro decisivo para la centralización
revolucionaria del proletariado, bajo el ascenso y posterior imperio de la
contrarrevolución, la aristocracia obrera fabril y su complemento inseparable,
la aristocracia trabajadora funcionarial, han constituido y constituyen hoy,
todavía, pese a todo, la base social decisiva sobre la que ha podido perdurar,
hasta nuestros días, la democracia capitalista contando, eso sí, con el apoyo
de las direcciones traidoras al proletariado.
El revolucionario cambio en la composición técnica del capital que
supuso, como fruto del agotamiento de las posibilidades de valorización
ofrecidas por la composición orgánica propia al taylorismo, la aplicación
masiva de la informática, a la industria, a partir de 1970, sentenció
definitivamente a muerte ese antiguo movimiento obrero a través del cual el
estalinismo y reformismo, en general, estaban en condiciones, más allá de toda
explosión que les desbordara transitoriamente, de mantener su control
reaccionario sobre el conjunto del proletariado, apoyándose, de forma decisiva,
en la posibilidad del obrero y del trabajador funcionario de sacar adelante a
sus familias bien que a cambio de su sojuzgamiento bajo la férula de la explotación
asalariada. Desde entonces, con la revolución telecomunicativa en curso, ya
nada, en este sentido, volverá a ser como antes. La extensión, por doquier, del
empleo asalariado, de un empleo que permitía a la mayor parte de la clase
obrera de los países avanzados, ¡bien que a costa de indecibles sufrimientos!,
reproducirse como tal, ha tocado a rebato. De la mano de la liquidación, a un
nivel sin precedentes, del trabajo vivo exigida por las nuevas tecnologías
productivas, no sólo escasea cada vez más la posibilidad de asalariarse, sino
que, por ende, los asalariados son sometidos a una sobreexplotación (aumento de
la intensidad del trabajo permitida por la telemática) jamás conocida.
Simultáneamente el nivel astronómico y creciente (con un ciclo de rotación cada
vez más acelerado en los ritmos y reducido en el tiempo), de capital constante
del que precisa la clase capitalista, a título de inversión en maquinaria
productiva, para poder competir en el mercado, tiende no tan sólo a empujar la
cuantía de los salarios por debajo del nivel real de supervivencia de la clase
trabajadora (precariedad) sino a reducir a cero aquella parte del plusvalor
extorcado al proletariado que, hasta ahora, era transferido al Estado a fin de
mitigar, siquiera en una pequeña parte, mediante trabajo y gastos
improductivos, la miseria social de las masas.
Bajo tales coordenadas, la agonía actual de la clase obrera y de todo
el movimiento político y sindical edificado por la contrarrevolución en torno a
la fábrica y el funcionariado, no anuncia otra cosa que la entrada del
capitalismo en el último tramo de su fase histórica de agonía ya puesta de
manifiesto por Lenin al aprehender, en su obra El imperialismo, fase
superior del capitalismo, los rasgos específicos que caracterizan la época
contemporánea de la sociedad burguesa, como la era de las guerras y las
revoluciones, la de la dictadura del proletariado, la de la revolución
comunista mundial.
¡Ay de aquel revolucionario que, atado al pasado movimiento
contrarrevolucionario, llore por la clase obrera hoy en vías de extinción! ¡Sus
lágrimas no le permitirán divisar el nuevo movimiento proletario que, llevando
estampado en su frente el destino de barrer de escena a la totalidad del viejo
movimiento obrero, salido de la anterior contrarrevolución, busca y acabará por
encontrar sus propios caminos para reunir en un solo combate, a escala de todo
el planeta, al conjunto de los proletarios, esto es, a todos aquellos que, como
definió el Manifiesto del Partido Comunista, hace hoy 150 años, dependen
de "vender su fuerza de trabajo para poder subsistir"!
* * *
No. Ni todo el apoyo estatal a las maniobras de la izquierda
capitalista podrá impedir, bajo el látigo de las medidas de creciente
explotación y miseria que se ve abocada a aplicar la burguesía por mor de las
exigencias de valorización del capital, que acabe extendiéndose a los cuatro
rincones del mundo, ese incipiente movimiento proletario que empieza ya a
asomar su cabeza a la escena internacional de la lucha de clases. Cada vez más
obligadas a luchar por su supervivencia, las masas proletarias y oprimidas de
todo el planeta, acabarán arrojándose a la palestra como un torrente. A nuestro
núcleo marxista no le cabe duda alguna sobre ello: el enfrentamiento abierto
entre el proletariado y la burguesía es, en nuestros días, tan inevitable como
inminente.
El nuevo movimiento proletario, en su conjunto, no se plantea, sin
embargo, ni puede plantearse, hoy por hoy, el problema político de qué clase
detenta el poder social. Su actual punta más avanzada, la lucha contra el paro
en Francia, ha llegado, todo lo más, hasta el momento, a negociar, sin permitir
la traición de sus representantes, con el Gobierno. Henos aquí, pues, aún, ante
un movimiento de resistencia del proletariado y de ninguna manera ante
un movimiento revolucionario cuya acción plantee al orden del día la tarea
inmediata de instaurar el propio poder político y social de la clase explotada.
Pero ¿hasta cuándo los trabajadores autoorganizados de dicho movimiento que
empieza a despuntar, aquí y allá, podrán contentarse con las promesas
mentirosas y migajas ofrecidas por el Estado capitalista?...
Nadie puede responder a esta pregunta con exactitud. Más lo que sí es
seguro es que:
1. El actual movimiento reivindicativo, de resistencia, transcrecerá
inevitablemente, mañana, en revolucionario, una vez que habiéndose extendido, y
a través de mil y un conflictos y rupturas, más y más conscientemente
políticas, haya realizado su propia experiencia de lucha trabajadora autónoma;
y
2. Que el deber distintivo de los marxistas y revolucionarios no es
disolverse en su seno, sino marchar a la vanguardia histórica de él, señalando
abiertamente, a las masas trabajadoras, en todo momento, el objetivo y el
camino de la revolución, a la par que desenmascarando sin tregua, ante los
ojos, aún incrédulos, del conjunto de los trabajadores, a los enemigos de ella,
en una lucha sin cuartel, Partido contra Partido. Es sólo sobre la base del
desarrollo implacable, desde hoy mismo, de esta delimitación neta de las filas
marxistas frente a las de los lacayos del capitalismo que se ocultan bajo la
bandera trabajadora -¡delimitación que ha de ser llevada adelante aún y a costa
de la inevitable incomprensión, al respecto, por parte de la generalidad de los
proletarios en lucha, inevitablemente prisioneros todavía de las ilusiones en
la falsa unidad con las direcciones reformistas!- que se obra, en realidad, por
el agrupamiento de los elementos más conscientes que, a tenor de la
exacerbación de la lucha de clases, irán madurando revolucionariamente en el
seno del nuevo movimiento proletario en ciernes y asimismo de los compañeros
más honestos, que arrastrados por el proceso anterior, se desprenderán del
abrazo mortal del viejo movimiento obrero contrarrevolucionario; agrupamiento
cuyo contenido no puede ser otro que el de la lucha inequívoca por dotar al
próximo movimiento revolucionario de su dirección comunista científica, esto
es, del redivivo Partido de Marx, Engels y Lenin capacitado para optimizar las
posibilidades históricas de transformación de esa nueva oleada clasista de la
que hoy ya está encinta la sociedad burguesa de nuestros días, en auténtica
revolución comunista triunfante.
Pero examinemos más en detalle estas dos aseveraciones estratégicas
que acabamos de formular, pues no en vano ambas certezas, que se desprenden
necesariamente del "Programa del Partido Comunista para preparar el
Partido Comunista de la próxima revolución" diferencian, de forma
irreductible, la política desplegada por los marxistas contemporáneos de las
del resto de fuerzas, ajenas, en realidad, a éste.
* * *
El actual movimiento de resistencia del proletariado conduce, de forma
insoslayable, a un giro revolucionario de la situación. Por supuesto, esta
comprensión no se sustenta en la voluntad de los revolucionarios sino en la
aprehensión más profunda de la dinámica dialéctica a través de la cual se
desarrollan, de forma viva, las coordenadas materiales contemporáneas del
capitalismo.
Tras el reciente estallido de la crisis financiera en el Sudeste
asiático y Japón y el inicio, ya cantado, a estas alturas, de la crisis
productiva en esos mismos países; tras las primeras repercusiones ya
constatadas de dicha crisis asiática en las finanzas y en la producción de EE
UU y los países avanzados de Europa; tras la baja imparable a la que se asiste,
a escala general, y a todo lo largo del último año, del precio de las materias
primas (expresión inequívoca de la sobreproducción que, a resultas de la
desvalorización creciente del capital, amenaza con saturar, de nuevo, de un
momento a otro, los mercados), la más concreta de dichas coordenadas
económicas, la que permite no tan sólo caracterizar, en su originalidad
intrínseca, la presente situación, sino cernir, además, la perspectiva de su
necesario devenir y del paisaje social que tiende ineluctablemente a componerse
mañana, no es otra que la del desencadenamiento, en breve, de la próxima crisis
productiva mundial, crisis que incluso si, como pretenden con sus medidas
omnipresentes de "ajuste" financiero, las instancias decisorias
internacionales de la burguesía, tales como el Fondo Monetario Internacional
(FMI), pudiera llegar a evitar su combinación, de forma catastrófica, con una
crisis financiera mundial, no deja, por ello, de presentarse bajo el signo de
una acumulación creciente, a una escala desconocida, de factores de riesgo que
apuntan hacia una amplificación, de límites hoy por hoy impredecibles, de sus
consecuencias y calado sociales.
En primer lugar, el endeudamiento ya no tan sólo de las empresas, sino
-¡como nunca!- de los Estados (véase, sin ir más lejos, Japón y los propios y
onerosos préstamos, de cuantía sin precedentes, concedidos por el propio FMI
para "salvar" a los países en bancarrota), que había sido el recurso
principal para amortiguar los efectos sociales de las anteriores crisis que,
desde 1970, no han hecho más que aumentar el ejército de parados, ha llegado a
una situación crítica tal que ya sea la topoderosa Reserva Federal
norteamericana, ya el Bundesbank alemán que dicta la política del conjunto de
En tales condiciones, es obvio que la dificultad de reflotar a las
empresas en dificultades durante la próxima crisis será mayor que nunca, cuanto
más que la sobreproducción de mercancías, originada por la desvalorización en
curso y acelerada del capital, exige ya objetivamente y exigirá aún mucho más
perentoriamente bajo el impacto de la nueva crisis, la aplicación de brutales
medidas antitrabajadoras de "reestructuración productiva" y de
"flexibilización de las plantillas y de las relaciones laborales"
que, llevadas a la práctica al ralentí, hasta la fecha, pese al clamor del
capital por ellas, a causa de los límites impuestos a las exigencias económicas
del sistema por el mantenimiento del cuadro político de la correlación de fuerzas
entre las clases que es propio a la, cada vez más puesta en cuestión,
democracia capitalista, abocarán, a la postre, a la sociedad burguesa de
nuestros días, al desbocamiento de la competencia entre los Estados y a la
desarticulación de todos los foros de concertación de política económica que,
hasta hoy, habían ayudado decisivamente a superar pasados socavones económicos.
No puede asegurarse hasta qué punto la exacerbación de las condiciones
materiales de supervivencia del proletariado que comportará la próxima crisis,
será definitiva como detonante de un enfrentamiento revolucionario entre la
clase trabajadora y la burguesía. Pero la perspectiva, tanto por las exigencias
de valorización propias al ser social por excelencia de la sociedad burguesa,
el capital, como por la aparición, ya entrevista en escena, del nuevo
movimiento proletario y, asimismo, por el deterioro galopante de esa democracia
capitalista, entrada ya, a ojos vista, en el pozo sin fondo del descrédito
social junto con la totalidad del viejo movimiento obrero, de traición al
proletariado, ligado a ella, integra ya insoslayablemente, en el horizonte de
los presentes días, ese próximo giro revolucionario.
El ascenso, a la luz (en Francia, en primer lugar, pero también en EE
UU, Alemania, Japón e Italia, por ejemplo...), del fascismo y de su otra cara
de la misma moneda, el no menos reaccionario antifascismo capitalista, en las
principales potencias imperialistas del globo, es un síntoma bien evidente de
cómo se conduce, hoy mismo, la burguesía y de cómo se conducirá, mañana, en
contraposición a la entrada en liza social del proletariado como clase
independiente, como fuerza social revolucionaria. Alimentando la base de masas
del fascismo, de un lado, como resultado de la explotación insoportable a la
que la democracia capitalista está sometiendo a las masas trabajadoras, y, de
facto, desde el interior mismo de un Estado "de derecho" cada vez
más abiertamente terrorista, y tratando de ligar a los trabajadores, de forma
simultánea, a frentes antifascistas, de todo tipo, de acuerdo con los intereses
de sus explotadores democráticos, la política mundial de la burguesía va
tomando, paso a paso (¡amenaza inmediata, a partir de la provocación
reaccionaria del nacionalismo en Kosovo, de reanudación, a mayor escala, de la
guerra antiproletaria de los Balcanes!, o peligro, también inminente, de
enfrentamiento militar interburgués entre Rusia y Ucrania con la excusa de
Crimea o, siempre latente, entre Grecia y Turquía a propósito de Chipre, por
poner tan sólo unos pocos ejemplos...), por lo que a ella respecta, los
derroteros de preparación de las condiciones políticas y materiales del
desencadenamiento de una III Guerra Mundial imperialista destinada a que los
trabajadores se maten, por cientos de millones, entre ellos, para reabrir,
sobre la base de una nueva y gigantesca destrucción de fuerzas productivas de
todo género, excedentes, en la actualidad, para el capital, otro período de
valorización capitalista basado en un grado, desconocido, hasta la fecha, de explotación
del proletariado del planeta.
En todo caso, no sólo el curso de la lucha de clases que conducirá o
bien a la revolución comunista o bien a la nueva guerra imperialista mundial,
no está resuelto, sino que, por añadidura, la burguesía no podrá, de ninguna
manera, decantarlo de su parte, no podrá enrolar al grueso del proletariado
mundial en una nueva y más bárbara que nunca guerra imperialista, sin derrotar
antes políticamente, de forma decisiva y en toda la línea, al movimiento
revolucionario de éste. Sin la derrota definitiva -de la mano de la traición
del estalinismo (política de "construcción del socialismo" -¡en
realidad, capitalismo!- "en un solo país, "en
En tránsito hacia esa encrucijada decisiva no cabe desánimo alguno, en
las filas marxistas. Si los elementos más avanzados del bisoño movimiento
proletario que empieza a aflorar se hallan ciertamente muy distantes, todavía,
de percibir la necesidad de asentar su acción en la ciencia revolucionaria que
es el marxismo, no es menos realidad que en el campo enemigo, el de la
burguesía, la base social del Estado democrático y de los principales valedores
de éste, en las propias filas de los explotados, los partidos capitalistas de
izquierda y, en primer lugar, entre ellos, el estalinismo, se encuentra más
disminuida que nunca. La próxima y amarga experiencia de lucha que se verán
obligadas a recorrer, por doquier, las propias masas trabajadoras, al ver cómo
chocan, durante los meses y años que vienen, de forma cada vez más descarnada,
sus necesidades más mínimas e impostergables con los imperativos burgueses
esgrimidos por los Gobiernos capitalistas de izquierda al estilo del que, ya en
Francia, agrupa, bajo la dirección de Jospin, en sacrosanta defensa común de
Por ende, las duras lecciones de esas nuevas luchas y de las
inevitables derrotas episódicas que, en ellas, sufrirá el nuevo movimiento
proletario, acabarán por mostrar, de forma irrebatible, a los elementos cada
vez más consecuentes que emergerán de éste, a través de un sinfín de duras
rupturas y violentos conflictos, de creciente magnitud y más y más
innegablemente políticos, el favor decisivo que los actuales apartidismo y
espontaneísmo y la consiguiente desorganización reinantes hoy, se mire por
donde se mire, en el movimiento proletario, rinden a los enemigos de éste,
empeñados en tratar de abortarlo o desviarlo hacia el callejón sin salida del
reformismo, fuera de la propia ruta revolucionaria que, tal como desde hoy
mismo plantean públicamente los marxistas, le corresponde, esto es, la de la
lucha independiente como clase explotada, por la vía del choque irreconciliable
y la destrucción del Estado burgués, hacia la liquidación completa de la
dictadura del capital y de la sociedad de clases.
Como resultado maduro, en fin, de la ruptura de la disciplina de
fábrica propia al viejo movimiento obrero, irá conformándose por parte de la
vanguardia del nuevo movimiento proletario, que hoy da sus primeros pasos, subsumido
todavía por la anarquía pequeñoburguesa, una nueva disciplina proletaria, de
rango revolucionario superior, que ya no tendrá, sin embargo, por marco, como
otrora fuera el caso, la fábrica, el sindicato o el asociacionismo localista de
estrechas miras, sino la reunión, obligada por las exigencias de los
insoportables ataques del capitalismo a las condiciones de supervivencia de las
masas, de proletarios en lucha de toda condición, por encima de cualquier
diferencia material e ideológica existente entre ellos, en asambleas y
organismos de tipo soviético cuya único modo de supervivencia será
indefectiblemente su centralización, como propio poder de la clase explotada,
contra el capitalismo y su Estado. Los Comités formados, durante el pasado año
1997, en las localidades insurrectas de Albania, así como las reuniones, a
nivel nacional, sostenidas entre sus representantes, en las que se debatió
sobre la posibilidad de marchar sobre Tirana para deponer al Gobierno burgués,
constituyen la expresión más avanzada, en nuestros días, de esa tendencia
soviética de la lucha de clases actual que, fruto de la pauperización sin
precedentes a la que el capitalismo está conduciendo al conjunto de la clase
trabajadora, tiene todos los visos de pasar, con más rapidez y generalización
que nunca, a lo largo de toda la historia, a primer plano de la escena mundial,
en cuanto la situación se aboque a un choque abierto entre las clases. Esa
misma tendencia soviética se ha podido ya entrever, incluso en los países más
avanzados del planeta, pese al peso asfixiante, para el nuevo movimiento
proletario, que aún tienen en ellos las direcciones capitalistas de izquierda.
Así, en
Como hicieran Marx y Engels, por ejemplo, entre 1852, tras cerciorarse
del triunfo de la contrarrevolución, y 1862, momento en que el giro
revolucionario de la situación de la lucha de clases les permitió empezar a
obrar por la fundación de
Labor de tal entidad no puede llevarse a cabo, por supuesto, a partir
de subjetivismo o capacidad de inventiva alguna. Sólo puede descansar, por el
contrario, en la aprehensión científica, vale decir, acorde con el marxismo, de
las lecciones legadas por la anterior revolución... y por la victoria obtenida,
en última instancia, sobre ella, por la reacción mundial. Unidad de la praxis
histórica del proletariado, unidad de pasado y presente que se proyecta hacia
la preparación de las condiciones políticas y materiales del triunfo de la
nueva revolución; esto han sido, a lo largo de la historia, los programas
comunistas existentes, esto es, en suma, el "Programa del Partido
Comunista para peparar el Partido Comunista de la próxima revolución" que
nos ocupa: un programa marxista que elucida las condiciones en las que los
marxistas de nuestro tiempo obran, siguiendo las enseñanzas de la lucha de
clases verificada por el combate histórico del Partido de Marx, Engels y Lenin,
por la preparación efectiva del Partido de mañana.
* * *
Compañero/a trabajador/a que nos lees:
La naturaleza de un Partido no depende del número de miembros con el
que éste cuenta, en un momento dado. Tampoco la determina el mayor o menor
éxito o fracaso, efímeros, de las acciones que ha emprendido en una situación
concreta. Un Partido no es una reunión de personas, ni basa su lucha en la
confianza personal existente entre éstas.
Un Partido es, ante todo, una fuerza histórica reconocible, como tal,
en los grandes hechos revolucionarios y contrarrevolucionarios por los que ha
atravesado una sociedad dada. Una fuerza histórica que, en conformidad con su
pasado, actúa en el presente para conquistar el futuro. La fuerza histórica
agrupada en torno al programa científico contemporáneo de la revolución: esto
es, en definitiva, el Partido Comunista.
Esta es la naturaleza del Núcleo Marxista Hilo Rojo. Su programa y su
lucha de Partido por el Partido expresan, desarrollan, en nuestros días, el
combate histórico de Marx y Engels, por ese mismo Partido Comunista que, bajo
la dirección de Lenin, empezó a devenir, con ocasión la revolución proletaria
desencadenada en 1917 y de
Pero si el Partido Comunista, para ser, precisa de identificarse con
su pasado, el Partido es únicamente un ser social vivo en tanto que obra
determinado por el porvenir del movimiento comunista, en tanto que cada uno de
sus actos y todos ellos, en su conjunto, están dictados, más allá de cualquier
otra influencia, por la preparación efectiva de las condiciones del triunfo de
la próxima revolución proletaria. Y puesto que, por lo que a la acción
consciente del sujeto revolucionario concierne, la preparación de dichas
condiciones de victoria de la nueva revolución se resume precisamente en la
preparación política y material del Partido, es dicho Partido Comunista,
fundado en 1848, el único que está en condiciones de construir el Partido del
que precisa, para vencer, la próxima revolución, pues el cimiento mismo sobre
el que descansa dicha construcción no puede ser otro que el agrupamiento de los
proletarios avanzados de nuestros días en torno a un programa marxista, capaz
de guiar el desempeño revolucionario presente, en base a la nítida delimitación
de las fronteras del Partido de Marx, Engels y Lenin, de las de todas aquellas
otras fuerzas políticas, burguesas y proletarias, existentes en la escena
actual y, en particular, de las de todos aquellos lacayos de izquierda del
capitalismo que se encubren con los falsos ropajes, heredados de la anterior
contrarrevolución, de amigos de la clase trabajadora.
Esta delimitación teórica y política, ante los ojos del conjunto de
los proletarios conscientes que nos conocen, basada en la reivindicación abierta
de la vigencia de los presupuestos del comunismo científico, de la naturaleza y
carácter propios, distintivamente marxistas, de la acción de nuestro núcleo, al
respecto del resto de fuerzas políticas, es el patrimonio decisivo que ha sido
conquistado, por Hilo Rojo, a lo largo de estos cuatro cuatro años de lucha por
el Partido que ahora se cumplen.
Si el contenido del "Programa del Partido Comunista para preparar
el Partido Comunista de la próxima revolución" ha sido suficiente, durante
este período, para reunir ese primer núcleo marxista, capaz de desafiar, allá
donde puede alcanzar su voz, en una lucha abierta partido contra partido, a las
direcciones traidoras del proletariado, ese mismo programa revolucionario
actual del Partido de Marx, Engels y Lenin, que, a continuación, reeditamos,
podrá también presidir los siguientes pasos efectivos de los marxistas de
nuestro tiempo, pues esos pasos deberán darse aún, de forma inevitable, y hasta
en tanto no se haga plena realidad el próximo giro revolucionario inscrito en
la situación, en medio del mayor aislamiento de los auténticos comunistas, con
respecto al grueso del nuevo movimiento proletario en ciernes ¡y, por supuesto,
en lucha pública irreconciliable, contra los partidos y organizaciones
capitalistas de izquierda que vertebran el viejo movimiento obrero, caduco, por
completo, para la revolución, que ha sido legado por la última derrota de ésta!
Pasos que incluso así, en esa lucha histórica librada, por el momento, más a
contracorriente que nunca, enseñarán a los marxistas de hoy, de la mano de su
programa, a no abandonar jamás la escena de la lucha de clases, a hacer de su
reducido y paciente trabajo comunista de masas no sólo el termómetro necesario
de la lucha de clases que permita orientar, de forma militante, el vital
trabajo teórico de desarrollo programático destinado a fundamentar, sobre bases
científicas inquebrantables, el nuevo Partido el Partido Comunista de la
próxima revolución, sino asimismo el medio concreto para convocar a los
proletarios más adelantados de esta hora a esa tarea revolucionaria suprema que
consiste en fraguar la dirección revolucionaria del proletariado.
* * *
Cuatro años de batalla marxista por el Partido no transcurren en
balde. Aunque desde que fuera plasmado el "Programa del Partido Comunista
para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución", las
condiciones generales de la lucha de clases no se han alterado cualitativamente
(período histórico de la antesala de la revolución comunista), las contradicciones
esenciales, ya señaladas en éste, sí que han sido objeto de un proceso de
acumulación cuantitativa de elementos que acercan y agrandan la dimensión del
desenlace social que, en él, ya se anunciaba: un nuevo choque abierto, de
calibre histórico, entre la burguesía y el proletariado. Lo decisivo que hoy
puede añadirse, al respecto, está escrito en esta presentación y, junto a la
acción del Núcleo Marxista Hilo Rojo durante esos mismos años, verifica, ante
todo, la calidad marxista de dicho programa, en tanto que capacidad probada
para cernir, explicar y actuar revolucionariamente, de forma consecuente, sobre
el discurrir social.
Con todo, por el mismo avance en la aprehensión del marxismo que ha
reportado la lucha por el programa, algunos puntos de éste habrían sido hoy
retocados si hubiéramos decidido proceder a una nueva redacción de éste. En
particular, en la tesis correspondiente a la dictadura del proletariado
hubiéramos explicitado, sin duda alguna, la forma insoslayablemente soviética
que ésta tomará, ya no como fruto de una tendencia subyacente -tal y como se ha
mostrado a lo largo de esta presentación- a la realidad concreta de la lucha de
clases en nuestro tiempo, sino, más allá de ello, en tanto que necesaria e
inmanente continuidad, en la nueva revolución, de una de las lecciones, de
dominio universal-histórico, que aportó la anterior, a saber: los soviets como
órganos del poder revolucionario del proletariado, realidad que, a su vez, sólo
se demostró factible en tanto que éstos fueron dirigidos por el Partido
Comunista...
De la misma manera, y cómo asimismo indican, a modo de paradigma,
algunos materiales complementarios publicados en el presente folleto, en la
actualidad nuestro núcleo se halla en condiciones no sólo de asentar, como hace
el programa, las premisas básicos de un auténtico trabajo comunista de masas
-por ejemplo, en los sindicatos o al respecto de la cuestión nacional-, sino
que también, como fruto del desarrollo de una lucha marxista en dichos
terrenos, ha llegado a elaborar políticas revolucionarias absolutamente
concretas que permiten la labor revolucionaria consecuente de masas, en lucha
abierta por el Partido Comunista, en dichos campos específicos...
Nada de ello, sin embargo, nos autorizaba a modificar el
"Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la
próxima revolución". De un lado, todos y cada uno de esos avances
programáticos realizados, lejos de negarlo, han sido posible de su mano y lo
reafirman. De otra parte, a lo largo de estos años, ni una sola de los
escasísimas críticas verdaderamente políticas que ha merecido nuestra lucha ha
versado sobre tales cuestiones mencionadas. Lejos de marchar separados de
nosotros, a causa de la necesidad de llevar a término tales desarrollos,
implícitos en el programa, cuya importancia -a la vista está- no se le ha
escapado, por el contrario, en momento alguno, a nuestro núcleo, los compañeros
más revolucionarios que hemos tenido la oportunidad de encontrar por el camino,
han diferido de nuestra política, en otros asuntos, fundamentales, de aquél, en
cuestiones que hacen, de hecho, objetivamente, al balance y la delimitación
históricas de los campos de clase en lucha. Por añadidura, hemos de constatar
que hasta la fecha, y pese a los no pocos amores y desamores ya despertados por
nuestra acción, no hemos recibido ni una sola crítica, merecedora de dicho
nombre, acerca del conjunto del "Programa del Partido Comunista para
preparar el Partido Comunista de la próxima revolución" que dicta nuestra
lucha...
Así, pues, el programa del Núcleo Marxista Hilo Rojo -en los actuales
tiempos en los que ni los compañeros más conscientes del nuevo movimiento
proletario que se está conformando comprenden aún la importancia vital, para
extraer lecciones fundadas del combate, de actuar, en consecuencia, con un
programa previamente definido, ni los compañeros más honestos que pugnan
voluntaristamente por librarse de las cadenas del caduco movimiento obrero
contrarrevolucionario, hacen suya, asimismo, la necesidad de actuar, en base a
un programa desplegado y de establecer relaciones presididas por la
clarificación programática- ha devenido, de hecho, un documento histórico que
no debe ser modificado, en tanto que atestigua, al más alto nivel, la
existencia en escena, ya desde 1994, bien que de forma harto reducida, de un
primer núcleo marxista cuyo surgimiento y pervivencia, desde entonces,
expresaba y expresa no sólo los intereses revolucionarios del proletariado de
nuestro tiempo, sino la misma inminencia de su próxima revolución.
Será entonces, en suma, cuando las masas trabajadoras devengan, otra
vez, en la vía de
El Núcleo Marxista Hilo Rojo lo ocupa, por entero, en la línea
histórica señalada por el Partido de Marx, Engels y Lenin y bajo la bandera
desplegada del programa marxista de nuestros días, en preparar el Partido
Comunista de la próxima revolución.
Para llevar a buen puerto ese combate decisivo convocamos y tendemos
la mano a todos los proletarios avanzados, auténticamente conscientes de su
deber para con la clase explotada.
NÚCLEO MARXISTA HILO ROJO
Barcelona, a 14 de abril de
1998