¡Proletarios de todos los países, uníos!

NÚCLEO MARXISTA HILO ROJO

ÓRGANO DEL PARTIDO COMUNISTA

PARA LA PREPARACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA DE LA PRÓXIMA REVOLUCIÓN

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hilorojo@lycos.com


UN PROGRAMA, UN PARTIDO...

Van a cumplirse ya cuatro años ya desde que un puñado de camaradas, de diferentes procedencias políticas, decidiéramos constituir el Núcleo Marxista Hilo Rojo, en base al "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución".

La presente reedición de dicho programa no está destinada, sin embargo, a glosar ningún aniversario. La motiva, por el contrario, la necesidad objetiva de clarificar, a los ojos del conjunto del proletariado revolucionario de hoy, las exigencias decisivas ante las que la actual situación y perspectivas de la lucha de clases emplazan a todo trabajador en lucha provisto de conciencia política.

¿Pero cuál es esa situación y qué perspectivas permite prever el marxismo acerca de ella?...

* * *

El elemento más característico de la actual situación de la lucha de clases es la irrupción, en la escena internacional, de un nuevo movimiento proletario de resistencia a los ataques del capitalismo contra las condiciones de supervivencia de las masas trabajadoras.

Emergido en el otoño francés de 1995, este movimiento ha tenido posteriormente jalones patentes en la insurrección proletaria albanesa desencadenada en marzo de 1997, en la huelga victoriosa, contra la precariedad y sobreexplotación, sostenida por los 180.000 trabajadores de United Parcel Service (UPS) de EE UU durante el mes de agosto de ese mismo año, en los 26.000 casos de "agitación obrera" -entre ellos, el principio de insurrección proletaria sobrevenido en la ciudad de Nanchong, provincia de Sichuán, donde 20.000 trabajadores de una empresa textil del Estado, al borde de la quiebra, se pusieron en huelga, en protesta por el impago, durante seis meses, de sus salarios y arrastraron a la totalidad de la población trabajadora local a asaltar la alcaldía- reconocidos por el propio gobierno chino durante los primeros seis meses de 1997 y, por último, en el movimiento contra el paro salido a la palestra en Francia en noviembre de 1997-enero de 1998.

Este nuevo movimiento proletario no se ha manifestado, con voz propia, todavía -bien es verdad- en el resto de países del planeta. Pero las mismas campañas demagógicas y divisionistas, antiproletarias, en demanda de que el Estado conceda algunas migajas a los parados; campañas organizadas, en la actualidad, por las direcciones reformistas de los sindicatos, en Alemania, Italia, y España, por ejemplo, con la intención, apenas velada, de abortar la irrupción de ese nuevo movimiento trabajador, propio y autónomo, a la escena de dichos países, prueban fehacientemente hasta qué punto los lugartenientes de izquierda del Estado capitalista se siente amenazados por él. Intentar movilizar preventivamente a los parados, por separado del resto de sus camaradas proletarios, en el cuadro del respeto al Estado capitalista, con objeto de impedir la lucha unida contra el paro y el orden burgués por parte del conjunto de la clase trabajadora: en esto se ocupan actualmente, de forma prioritaria, las direcciones traidoras al proletariado.

Y esto es así, porque lo verdaderamente característico de ese nuevo movimiento proletario de resistencia que, pese a tales maniobras reaccionarias, está destinado ineluctablemente a extenderse y acabar ganando el protagonismo social, aunque sólo sea por el imparable aumento, en curso, de los ataques capitalistas a las condiciones de supervivencia de las masas trabajadoras, ya sea en Francia, como en Albania, en los EE UU, como en China, es que tiende a reunir en una sola lucha de clase a la totalidad de los proletarios más allá de sus diferencias internas entre sí.

Los partidos y organizaciones del viejo movimiento obrero -conformado, bajo la dirección de la burguesía estalinista, tras la derrota de la pasada revolución proletaria mundial de 1917/1927- tratan ciertamente de salir al paso, a todo precio, de ese nuevo movimiento proletario en ciernes. Allí, donde como en Francia, este último es ya una realidad tangible, el estalinismo y toda la cohorte de fuerzas que de él dependen, tratan de someterlo al control de las direcciones capitalistas de los sindicatos. Donde amenaza con contagiarse, como en el resto de países avanzados de Europa, son esas mismas direcciones traidoras al proletariado y servidoras del Estado capitalista las que hoy se desviven para que las acciones de los parados no se unan a las del resto de la clase trabajadora y no cuestionen el capitalismo. Sin embargo, todo este monumental esfuerzo de la izquierda burguesa constituida por dicho movimiento obrero surgido de la anterior contrarrevolución está condenado, más pronto que tarde, al fracaso. Y ello no sólo porque el conjunto de esa orquesta reaccionaria que se mueve en las filas trabajadoras bajo la batuta del estalinismo y de la cobertura crítica de izquierda de éste, el trotsquismo, ha perdido, con el hundimiento de la URSS de los herederos de Stalin y el curso decaradamente capitalista por el que transitan el resto de Estados supuestamente "socialistas" u "obreros", su principal referente ideológico, sino por algo mucho más material, a la vez que decisivo y demoledor que ese hundimiento y desprestigio, en sí mismo, de los falsos "socialismos", por un hecho indesmentible que está en la base incluso de la catástrofe experimentada por todos esos regímenes estalinistas, a saber, la irreversible liquidación a la que se asiste, de la mano del desarrollo récord de las fuerzas productivas a cargo del capitalismo, de la base misma de agrupamiento de ese antiguo, caduco y reaccionario movimiento obrero: la fábrica, y del necesario corolario del mantenimiento, bajo una relativa "paz social" del trabajo y de las preocupaciones de la clase obrera en ese estrecho ámbito fabril: la pervivencia, en los países desarrollados del planeta, de un mistificado "Estado del bienestar" capaz de emplear a una capa de millones de trabajadores en labores funcionariales mejor retribuidas, menos explotadas y considerablemente más estables que las del grueso del proletariado.

En efecto, si bajo la determinación de la anterior ola revolucionaria -desencadenada, a nivel mundial, por el Octubre ruso de 1917-, la fábrica alcanzó su punto álgido como lugar de encuentro decisivo para la centralización revolucionaria del proletariado, bajo el ascenso y posterior imperio de la contrarrevolución, la aristocracia obrera fabril y su complemento inseparable, la aristocracia trabajadora funcionarial, han constituido y constituyen hoy, todavía, pese a todo, la base social decisiva sobre la que ha podido perdurar, hasta nuestros días, la democracia capitalista contando, eso sí, con el apoyo de las direcciones traidoras al proletariado.

El revolucionario cambio en la composición técnica del capital que supuso, como fruto del agotamiento de las posibilidades de valorización ofrecidas por la composición orgánica propia al taylorismo, la aplicación masiva de la informática, a la industria, a partir de 1970, sentenció definitivamente a muerte ese antiguo movimiento obrero a través del cual el estalinismo y reformismo, en general, estaban en condiciones, más allá de toda explosión que les desbordara transitoriamente, de mantener su control reaccionario sobre el conjunto del proletariado, apoyándose, de forma decisiva, en la posibilidad del obrero y del trabajador funcionario de sacar adelante a sus familias bien que a cambio de su sojuzgamiento bajo la férula de la explotación asalariada. Desde entonces, con la revolución telecomunicativa en curso, ya nada, en este sentido, volverá a ser como antes. La extensión, por doquier, del empleo asalariado, de un empleo que permitía a la mayor parte de la clase obrera de los países avanzados, ¡bien que a costa de indecibles sufrimientos!, reproducirse como tal, ha tocado a rebato. De la mano de la liquidación, a un nivel sin precedentes, del trabajo vivo exigida por las nuevas tecnologías productivas, no sólo escasea cada vez más la posibilidad de asalariarse, sino que, por ende, los asalariados son sometidos a una sobreexplotación (aumento de la intensidad del trabajo permitida por la telemática) jamás conocida. Simultáneamente el nivel astronómico y creciente (con un ciclo de rotación cada vez más acelerado en los ritmos y reducido en el tiempo), de capital constante del que precisa la clase capitalista, a título de inversión en maquinaria productiva, para poder competir en el mercado, tiende no tan sólo a empujar la cuantía de los salarios por debajo del nivel real de supervivencia de la clase trabajadora (precariedad) sino a reducir a cero aquella parte del plusvalor extorcado al proletariado que, hasta ahora, era transferido al Estado a fin de mitigar, siquiera en una pequeña parte, mediante trabajo y gastos improductivos, la miseria social de las masas.

Bajo tales coordenadas, la agonía actual de la clase obrera y de todo el movimiento político y sindical edificado por la contrarrevolución en torno a la fábrica y el funcionariado, no anuncia otra cosa que la entrada del capitalismo en el último tramo de su fase histórica de agonía ya puesta de manifiesto por Lenin al aprehender, en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, los rasgos específicos que caracterizan la época contemporánea de la sociedad burguesa, como la era de las guerras y las revoluciones, la de la dictadura del proletariado, la de la revolución comunista mundial.

¡Ay de aquel revolucionario que, atado al pasado movimiento contrarrevolucionario, llore por la clase obrera hoy en vías de extinción! ¡Sus lágrimas no le permitirán divisar el nuevo movimiento proletario que, llevando estampado en su frente el destino de barrer de escena a la totalidad del viejo movimiento obrero, salido de la anterior contrarrevolución, busca y acabará por encontrar sus propios caminos para reunir en un solo combate, a escala de todo el planeta, al conjunto de los proletarios, esto es, a todos aquellos que, como definió el Manifiesto del Partido Comunista, hace hoy 150 años, dependen de "vender su fuerza de trabajo para poder subsistir"!

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No. Ni todo el apoyo estatal a las maniobras de la izquierda capitalista podrá impedir, bajo el látigo de las medidas de creciente explotación y miseria que se ve abocada a aplicar la burguesía por mor de las exigencias de valorización del capital, que acabe extendiéndose a los cuatro rincones del mundo, ese incipiente movimiento proletario que empieza ya a asomar su cabeza a la escena internacional de la lucha de clases. Cada vez más obligadas a luchar por su supervivencia, las masas proletarias y oprimidas de todo el planeta, acabarán arrojándose a la palestra como un torrente. A nuestro núcleo marxista no le cabe duda alguna sobre ello: el enfrentamiento abierto entre el proletariado y la burguesía es, en nuestros días, tan inevitable como inminente.

El nuevo movimiento proletario, en su conjunto, no se plantea, sin embargo, ni puede plantearse, hoy por hoy, el problema político de qué clase detenta el poder social. Su actual punta más avanzada, la lucha contra el paro en Francia, ha llegado, todo lo más, hasta el momento, a negociar, sin permitir la traición de sus representantes, con el Gobierno. Henos aquí, pues, aún, ante un movimiento de resistencia del proletariado y de ninguna manera ante un movimiento revolucionario cuya acción plantee al orden del día la tarea inmediata de instaurar el propio poder político y social de la clase explotada. Pero ¿hasta cuándo los trabajadores autoorganizados de dicho movimiento que empieza a despuntar, aquí y allá, podrán contentarse con las promesas mentirosas y migajas ofrecidas por el Estado capitalista?...

Nadie puede responder a esta pregunta con exactitud. Más lo que sí es seguro es que:

1. El actual movimiento reivindicativo, de resistencia, transcrecerá inevitablemente, mañana, en revolucionario, una vez que habiéndose extendido, y a través de mil y un conflictos y rupturas, más y más conscientemente políticas, haya realizado su propia experiencia de lucha trabajadora autónoma; y

2. Que el deber distintivo de los marxistas y revolucionarios no es disolverse en su seno, sino marchar a la vanguardia histórica de él, señalando abiertamente, a las masas trabajadoras, en todo momento, el objetivo y el camino de la revolución, a la par que desenmascarando sin tregua, ante los ojos, aún incrédulos, del conjunto de los trabajadores, a los enemigos de ella, en una lucha sin cuartel, Partido contra Partido. Es sólo sobre la base del desarrollo implacable, desde hoy mismo, de esta delimitación neta de las filas marxistas frente a las de los lacayos del capitalismo que se ocultan bajo la bandera trabajadora -¡delimitación que ha de ser llevada adelante aún y a costa de la inevitable incomprensión, al respecto, por parte de la generalidad de los proletarios en lucha, inevitablemente prisioneros todavía de las ilusiones en la falsa unidad con las direcciones reformistas!- que se obra, en realidad, por el agrupamiento de los elementos más conscientes que, a tenor de la exacerbación de la lucha de clases, irán madurando revolucionariamente en el seno del nuevo movimiento proletario en ciernes y asimismo de los compañeros más honestos, que arrastrados por el proceso anterior, se desprenderán del abrazo mortal del viejo movimiento obrero contrarrevolucionario; agrupamiento cuyo contenido no puede ser otro que el de la lucha inequívoca por dotar al próximo movimiento revolucionario de su dirección comunista científica, esto es, del redivivo Partido de Marx, Engels y Lenin capacitado para optimizar las posibilidades históricas de transformación de esa nueva oleada clasista de la que hoy ya está encinta la sociedad burguesa de nuestros días, en auténtica revolución comunista triunfante.

Pero examinemos más en detalle estas dos aseveraciones estratégicas que acabamos de formular, pues no en vano ambas certezas, que se desprenden necesariamente del "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución" diferencian, de forma irreductible, la política desplegada por los marxistas contemporáneos de las del resto de fuerzas, ajenas, en realidad, a éste.

* * *

El actual movimiento de resistencia del proletariado conduce, de forma insoslayable, a un giro revolucionario de la situación. Por supuesto, esta comprensión no se sustenta en la voluntad de los revolucionarios sino en la aprehensión más profunda de la dinámica dialéctica a través de la cual se desarrollan, de forma viva, las coordenadas materiales contemporáneas del capitalismo.

Tras el reciente estallido de la crisis financiera en el Sudeste asiático y Japón y el inicio, ya cantado, a estas alturas, de la crisis productiva en esos mismos países; tras las primeras repercusiones ya constatadas de dicha crisis asiática en las finanzas y en la producción de EE UU y los países avanzados de Europa; tras la baja imparable a la que se asiste, a escala general, y a todo lo largo del último año, del precio de las materias primas (expresión inequívoca de la sobreproducción que, a resultas de la desvalorización creciente del capital, amenaza con saturar, de nuevo, de un momento a otro, los mercados), la más concreta de dichas coordenadas económicas, la que permite no tan sólo caracterizar, en su originalidad intrínseca, la presente situación, sino cernir, además, la perspectiva de su necesario devenir y del paisaje social que tiende ineluctablemente a componerse mañana, no es otra que la del desencadenamiento, en breve, de la próxima crisis productiva mundial, crisis que incluso si, como pretenden con sus medidas omnipresentes de "ajuste" financiero, las instancias decisorias internacionales de la burguesía, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), pudiera llegar a evitar su combinación, de forma catastrófica, con una crisis financiera mundial, no deja, por ello, de presentarse bajo el signo de una acumulación creciente, a una escala desconocida, de factores de riesgo que apuntan hacia una amplificación, de límites hoy por hoy impredecibles, de sus consecuencias y calado sociales.

En primer lugar, el endeudamiento ya no tan sólo de las empresas, sino -¡como nunca!- de los Estados (véase, sin ir más lejos, Japón y los propios y onerosos préstamos, de cuantía sin precedentes, concedidos por el propio FMI para "salvar" a los países en bancarrota), que había sido el recurso principal para amortiguar los efectos sociales de las anteriores crisis que, desde 1970, no han hecho más que aumentar el ejército de parados, ha llegado a una situación crítica tal que ya sea la topoderosa Reserva Federal norteamericana, ya el Bundesbank alemán que dicta la política del conjunto de la Unión Europea (UE), no pueden permitirse ni están dispuestos a tolerar nuevas alegrías crediticias susceptibles de agravar el peligro inmediato de estallido de un colapso financiero mundial.

En tales condiciones, es obvio que la dificultad de reflotar a las empresas en dificultades durante la próxima crisis será mayor que nunca, cuanto más que la sobreproducción de mercancías, originada por la desvalorización en curso y acelerada del capital, exige ya objetivamente y exigirá aún mucho más perentoriamente bajo el impacto de la nueva crisis, la aplicación de brutales medidas antitrabajadoras de "reestructuración productiva" y de "flexibilización de las plantillas y de las relaciones laborales" que, llevadas a la práctica al ralentí, hasta la fecha, pese al clamor del capital por ellas, a causa de los límites impuestos a las exigencias económicas del sistema por el mantenimiento del cuadro político de la correlación de fuerzas entre las clases que es propio a la, cada vez más puesta en cuestión, democracia capitalista, abocarán, a la postre, a la sociedad burguesa de nuestros días, al desbocamiento de la competencia entre los Estados y a la desarticulación de todos los foros de concertación de política económica que, hasta hoy, habían ayudado decisivamente a superar pasados socavones económicos.

No puede asegurarse hasta qué punto la exacerbación de las condiciones materiales de supervivencia del proletariado que comportará la próxima crisis, será definitiva como detonante de un enfrentamiento revolucionario entre la clase trabajadora y la burguesía. Pero la perspectiva, tanto por las exigencias de valorización propias al ser social por excelencia de la sociedad burguesa, el capital, como por la aparición, ya entrevista en escena, del nuevo movimiento proletario y, asimismo, por el deterioro galopante de esa democracia capitalista, entrada ya, a ojos vista, en el pozo sin fondo del descrédito social junto con la totalidad del viejo movimiento obrero, de traición al proletariado, ligado a ella, integra ya insoslayablemente, en el horizonte de los presentes días, ese próximo giro revolucionario.

El ascenso, a la luz (en Francia, en primer lugar, pero también en EE UU, Alemania, Japón e Italia, por ejemplo...), del fascismo y de su otra cara de la misma moneda, el no menos reaccionario antifascismo capitalista, en las principales potencias imperialistas del globo, es un síntoma bien evidente de cómo se conduce, hoy mismo, la burguesía y de cómo se conducirá, mañana, en contraposición a la entrada en liza social del proletariado como clase independiente, como fuerza social revolucionaria. Alimentando la base de masas del fascismo, de un lado, como resultado de la explotación insoportable a la que la democracia capitalista está sometiendo a las masas trabajadoras, y, de facto, desde el interior mismo de un Estado "de derecho" cada vez más abiertamente terrorista, y tratando de ligar a los trabajadores, de forma simultánea, a frentes antifascistas, de todo tipo, de acuerdo con los intereses de sus explotadores democráticos, la política mundial de la burguesía va tomando, paso a paso (¡amenaza inmediata, a partir de la provocación reaccionaria del nacionalismo en Kosovo, de reanudación, a mayor escala, de la guerra antiproletaria de los Balcanes!, o peligro, también inminente, de enfrentamiento militar interburgués entre Rusia y Ucrania con la excusa de Crimea o, siempre latente, entre Grecia y Turquía a propósito de Chipre, por poner tan sólo unos pocos ejemplos...), por lo que a ella respecta, los derroteros de preparación de las condiciones políticas y materiales del desencadenamiento de una III Guerra Mundial imperialista destinada a que los trabajadores se maten, por cientos de millones, entre ellos, para reabrir, sobre la base de una nueva y gigantesca destrucción de fuerzas productivas de todo género, excedentes, en la actualidad, para el capital, otro período de valorización capitalista basado en un grado, desconocido, hasta la fecha, de explotación del proletariado del planeta.

En todo caso, no sólo el curso de la lucha de clases que conducirá o bien a la revolución comunista o bien a la nueva guerra imperialista mundial, no está resuelto, sino que, por añadidura, la burguesía no podrá, de ninguna manera, decantarlo de su parte, no podrá enrolar al grueso del proletariado mundial en una nueva y más bárbara que nunca guerra imperialista, sin derrotar antes políticamente, de forma decisiva y en toda la línea, al movimiento revolucionario de éste. Sin la derrota definitiva -de la mano de la traición del estalinismo (política de "construcción del socialismo" -¡en realidad, capitalismo!- "en un solo país, "en la URSS")- de la revolución proletaria internacional abierta por el Octubre ruso de 1917, en la Inglaterra y China de 1926-1927; sin la posterior subida al poder -con la ayuda criminal de esa misma política de "coexistencia pacífica con el imperialismo" desplegada por el Komintern de Stalin- de los fascismos y de los traidores "Frentes Populares" en los pasados años 30; sin la derrota del movimiento revolucionario del proletariado español en 1931-1937 -víctima de la traición adicional, para el caso, del trotsquismo, pasado con armas y bagajes a la defensa militar crítica, codo a codo con el ya contrarrevolucionario anarquismo, de la República burguesa, enemigo mortal del movimiento proletario revolucionario existente- nunca hubiera sido posible llevar a cabo la carnicería reaccionaria que supuso la II Guerra Mundial. Hoy, como ayer, un acontecimiento histórico de la dimensión de una nueva guerra imperialista mundial capaz de amontonar por millones y millones los cadáveres de trabajadores de todo el planeta, sin conducir, pese a su manifiesta brutalidad, a una revolución proletaria triunfante, precisa, para su materialización, de que se hagan plena realidad previamente dos vectores sociales, en la actualidad tan sólo latentes. Por este orden: la irrupción revolucionaria del proletariado en escena... y la derrota flagrante de ese mismo ejército trabajador, su desmoralización y dispersión prácticamente absolutas, a manos de los dirigentes que, a su cabeza, constituyen los garantes de izquierda del Estado burgués. En los límites señalados por tal determinación histórica, o guerra imperialista mundial o revolución comunista, propia a esa fase superior y última del capitalismo que es nuestra época imperialista, el siguiente paso cualitativo al que lleva la actual situación no puede ser otro que el de la transformación de la vigente acumulación cuantitativa de contradicciones de clase que se vive en la sociedad burguesa contemporánea, en un salto dialéctico de calidad que dará paso a una situación revolucionaria en la que el proletariado medirá, otra vez, sus fuerzas, de forma abierta y a escala histórica, contra las de su enemigo secular, el capitalismo.

En tránsito hacia esa encrucijada decisiva no cabe desánimo alguno, en las filas marxistas. Si los elementos más avanzados del bisoño movimiento proletario que empieza a aflorar se hallan ciertamente muy distantes, todavía, de percibir la necesidad de asentar su acción en la ciencia revolucionaria que es el marxismo, no es menos realidad que en el campo enemigo, el de la burguesía, la base social del Estado democrático y de los principales valedores de éste, en las propias filas de los explotados, los partidos capitalistas de izquierda y, en primer lugar, entre ellos, el estalinismo, se encuentra más disminuida que nunca. La próxima y amarga experiencia de lucha que se verán obligadas a recorrer, por doquier, las propias masas trabajadoras, al ver cómo chocan, durante los meses y años que vienen, de forma cada vez más descarnada, sus necesidades más mínimas e impostergables con los imperativos burgueses esgrimidos por los Gobiernos capitalistas de izquierda al estilo del que, ya en Francia, agrupa, bajo la dirección de Jospin, en sacrosanta defensa común de la República capitalista, a pretendidos "socialistas" y "comunistas", acabará por sustraer el apoyo social sobre el que, en la actualidad, se sostiene aún, el poder democrático de los explotadores.

Por ende, las duras lecciones de esas nuevas luchas y de las inevitables derrotas episódicas que, en ellas, sufrirá el nuevo movimiento proletario, acabarán por mostrar, de forma irrebatible, a los elementos cada vez más consecuentes que emergerán de éste, a través de un sinfín de duras rupturas y violentos conflictos, de creciente magnitud y más y más innegablemente políticos, el favor decisivo que los actuales apartidismo y espontaneísmo y la consiguiente desorganización reinantes hoy, se mire por donde se mire, en el movimiento proletario, rinden a los enemigos de éste, empeñados en tratar de abortarlo o desviarlo hacia el callejón sin salida del reformismo, fuera de la propia ruta revolucionaria que, tal como desde hoy mismo plantean públicamente los marxistas, le corresponde, esto es, la de la lucha independiente como clase explotada, por la vía del choque irreconciliable y la destrucción del Estado burgués, hacia la liquidación completa de la dictadura del capital y de la sociedad de clases.

Como resultado maduro, en fin, de la ruptura de la disciplina de fábrica propia al viejo movimiento obrero, irá conformándose por parte de la vanguardia del nuevo movimiento proletario, que hoy da sus primeros pasos, subsumido todavía por la anarquía pequeñoburguesa, una nueva disciplina proletaria, de rango revolucionario superior, que ya no tendrá, sin embargo, por marco, como otrora fuera el caso, la fábrica, el sindicato o el asociacionismo localista de estrechas miras, sino la reunión, obligada por las exigencias de los insoportables ataques del capitalismo a las condiciones de supervivencia de las masas, de proletarios en lucha de toda condición, por encima de cualquier diferencia material e ideológica existente entre ellos, en asambleas y organismos de tipo soviético cuya único modo de supervivencia será indefectiblemente su centralización, como propio poder de la clase explotada, contra el capitalismo y su Estado. Los Comités formados, durante el pasado año 1997, en las localidades insurrectas de Albania, así como las reuniones, a nivel nacional, sostenidas entre sus representantes, en las que se debatió sobre la posibilidad de marchar sobre Tirana para deponer al Gobierno burgués, constituyen la expresión más avanzada, en nuestros días, de esa tendencia soviética de la lucha de clases actual que, fruto de la pauperización sin precedentes a la que el capitalismo está conduciendo al conjunto de la clase trabajadora, tiene todos los visos de pasar, con más rapidez y generalización que nunca, a lo largo de toda la historia, a primer plano de la escena mundial, en cuanto la situación se aboque a un choque abierto entre las clases. Esa misma tendencia soviética se ha podido ya entrever, incluso en los países más avanzados del planeta, pese al peso asfixiante, para el nuevo movimiento proletario, que aún tienen en ellos las direcciones capitalistas de izquierda. Así, en la Francia de 1995, las asambleas de trabajadores del sector público en lucha contra las medidas de la Europa capitalista de Maastricht empezaron a verse frecuentadas por trabajadores de otros sectores productivos, así como por parados y jóvenes hijos del proletariado. De forma más evidente, aún, las manifestaciones de ese otoño francés reunieron, de forma espontánea, en las calles de las principales ciudades del país, a centenares de miles de trabajadores, de no importa qué ramo, con empleo y parados, jubilados y jóvenes, nacidos en Francia y no, inmigrantes legales e ilegales... Igualmente, el actual movimiento contra el paro, desencadenado este mismo año, ha basado precisamente en esa tendencia soviética subyacente -expresada, para el caso, por ejemplo, en su conexión inmediata, en la calle, con los sans-papiers (trabajadores inmigrantes puestos fuera de la ley por el Estado burgués) y en la simpatía generalizada encontrada entre la gran mayoría de los trabajadores en activo, así como en su propia autoorganización asamblearia con visos de centralización-, la fuerza que le ha permitido, hasta el momento, llegar a sentarse en una mesa de negociación con el Gobierno y obligar a éste a efectuar toda una serie de concesiones, sin desistir por ello ni un ápice en la defensa de las reivindicaciones y la impulsión de la lucha y organización propias de los trabajadores parados y precarios que integran el movimiento.

Como hicieran Marx y Engels, por ejemplo, entre 1852, tras cerciorarse del triunfo de la contrarrevolución, y 1862, momento en que el giro revolucionario de la situación de la lucha de clases les permitió empezar a obrar por la fundación de la I Internacional, o más tarde, entre 1872, con la disolución de esta última, tras el aplastamiento de la Comuna de París, y su muerte, período, asimismo, no revolucionario en el que consagraron sus energías al desarrollo del comunismo científico y a la formación, en torno a éste, de los cuadros marxistas de lo que, para ellos, debía ser "una Internacional netamente comunista" (de la carta de Engels a Sorge del 12-17.9.1874); o como hiciera el Lenin marxista, a su vez, entre 1893 y 1900, cuando inicia su actividad en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, creado, poco antes, al calor de los primeros síntomas de la ola revolucionaria que estallaría, en dicho país, en 1905; de la misma forma corresponde hoy a los marxistas contemporáneos recorrer su particular travesía del desierto, aprovechando cuanto tiempo más tarde aún en sobrevenir el próximo giro revolucionario de la lucha de clases, para forjar lo máximo posible, a partir de las premisas históricas emplazadas por la lucha de ese mismo Partido Comunista fundado en 1848 -el de Marx y Engels, el de Lenin-, el bagaje programático y la firmeza de los cuadros marxistas sobre los que se alzará, en cualquier caso, una vez que se materialice ese nuevo enfrentamiento histórico abierto entre las clases, el Partido Comunista destinado a conducir a la victoria la revolución proletaria que verán nuestros días... o a perecer con ella, en tanto que un nuevo jalón del curso que conduce a la humanidad al comunismo.

Labor de tal entidad no puede llevarse a cabo, por supuesto, a partir de subjetivismo o capacidad de inventiva alguna. Sólo puede descansar, por el contrario, en la aprehensión científica, vale decir, acorde con el marxismo, de las lecciones legadas por la anterior revolución... y por la victoria obtenida, en última instancia, sobre ella, por la reacción mundial. Unidad de la praxis histórica del proletariado, unidad de pasado y presente que se proyecta hacia la preparación de las condiciones políticas y materiales del triunfo de la nueva revolución; esto han sido, a lo largo de la historia, los programas comunistas existentes, esto es, en suma, el "Programa del Partido Comunista para peparar el Partido Comunista de la próxima revolución" que nos ocupa: un programa marxista que elucida las condiciones en las que los marxistas de nuestro tiempo obran, siguiendo las enseñanzas de la lucha de clases verificada por el combate histórico del Partido de Marx, Engels y Lenin, por la preparación efectiva del Partido de mañana.

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Compañero/a trabajador/a que nos lees:

La naturaleza de un Partido no depende del número de miembros con el que éste cuenta, en un momento dado. Tampoco la determina el mayor o menor éxito o fracaso, efímeros, de las acciones que ha emprendido en una situación concreta. Un Partido no es una reunión de personas, ni basa su lucha en la confianza personal existente entre éstas.

Un Partido es, ante todo, una fuerza histórica reconocible, como tal, en los grandes hechos revolucionarios y contrarrevolucionarios por los que ha atravesado una sociedad dada. Una fuerza histórica que, en conformidad con su pasado, actúa en el presente para conquistar el futuro. La fuerza histórica agrupada en torno al programa científico contemporáneo de la revolución: esto es, en definitiva, el Partido Comunista.

Esta es la naturaleza del Núcleo Marxista Hilo Rojo. Su programa y su lucha de Partido por el Partido expresan, desarrollan, en nuestros días, el combate histórico de Marx y Engels, por ese mismo Partido Comunista que, bajo la dirección de Lenin, empezó a devenir, con ocasión la revolución proletaria desencadenada en 1917 y de la Internacional Comunista levantada sobre ella, un único Estado Mayor revolucionario del proletariado mundial.

Pero si el Partido Comunista, para ser, precisa de identificarse con su pasado, el Partido es únicamente un ser social vivo en tanto que obra determinado por el porvenir del movimiento comunista, en tanto que cada uno de sus actos y todos ellos, en su conjunto, están dictados, más allá de cualquier otra influencia, por la preparación efectiva de las condiciones del triunfo de la próxima revolución proletaria. Y puesto que, por lo que a la acción consciente del sujeto revolucionario concierne, la preparación de dichas condiciones de victoria de la nueva revolución se resume precisamente en la preparación política y material del Partido, es dicho Partido Comunista, fundado en 1848, el único que está en condiciones de construir el Partido del que precisa, para vencer, la próxima revolución, pues el cimiento mismo sobre el que descansa dicha construcción no puede ser otro que el agrupamiento de los proletarios avanzados de nuestros días en torno a un programa marxista, capaz de guiar el desempeño revolucionario presente, en base a la nítida delimitación de las fronteras del Partido de Marx, Engels y Lenin, de las de todas aquellas otras fuerzas políticas, burguesas y proletarias, existentes en la escena actual y, en particular, de las de todos aquellos lacayos de izquierda del capitalismo que se encubren con los falsos ropajes, heredados de la anterior contrarrevolución, de amigos de la clase trabajadora.

Esta delimitación teórica y política, ante los ojos del conjunto de los proletarios conscientes que nos conocen, basada en la reivindicación abierta de la vigencia de los presupuestos del comunismo científico, de la naturaleza y carácter propios, distintivamente marxistas, de la acción de nuestro núcleo, al respecto del resto de fuerzas políticas, es el patrimonio decisivo que ha sido conquistado, por Hilo Rojo, a lo largo de estos cuatro cuatro años de lucha por el Partido que ahora se cumplen.

Si el contenido del "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución" ha sido suficiente, durante este período, para reunir ese primer núcleo marxista, capaz de desafiar, allá donde puede alcanzar su voz, en una lucha abierta partido contra partido, a las direcciones traidoras del proletariado, ese mismo programa revolucionario actual del Partido de Marx, Engels y Lenin, que, a continuación, reeditamos, podrá también presidir los siguientes pasos efectivos de los marxistas de nuestro tiempo, pues esos pasos deberán darse aún, de forma inevitable, y hasta en tanto no se haga plena realidad el próximo giro revolucionario inscrito en la situación, en medio del mayor aislamiento de los auténticos comunistas, con respecto al grueso del nuevo movimiento proletario en ciernes ¡y, por supuesto, en lucha pública irreconciliable, contra los partidos y organizaciones capitalistas de izquierda que vertebran el viejo movimiento obrero, caduco, por completo, para la revolución, que ha sido legado por la última derrota de ésta! Pasos que incluso así, en esa lucha histórica librada, por el momento, más a contracorriente que nunca, enseñarán a los marxistas de hoy, de la mano de su programa, a no abandonar jamás la escena de la lucha de clases, a hacer de su reducido y paciente trabajo comunista de masas no sólo el termómetro necesario de la lucha de clases que permita orientar, de forma militante, el vital trabajo teórico de desarrollo programático destinado a fundamentar, sobre bases científicas inquebrantables, el nuevo Partido el Partido Comunista de la próxima revolución, sino asimismo el medio concreto para convocar a los proletarios más adelantados de esta hora a esa tarea revolucionaria suprema que consiste en fraguar la dirección revolucionaria del proletariado.

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Cuatro años de batalla marxista por el Partido no transcurren en balde. Aunque desde que fuera plasmado el "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución", las condiciones generales de la lucha de clases no se han alterado cualitativamente (período histórico de la antesala de la revolución comunista), las contradicciones esenciales, ya señaladas en éste, sí que han sido objeto de un proceso de acumulación cuantitativa de elementos que acercan y agrandan la dimensión del desenlace social que, en él, ya se anunciaba: un nuevo choque abierto, de calibre histórico, entre la burguesía y el proletariado. Lo decisivo que hoy puede añadirse, al respecto, está escrito en esta presentación y, junto a la acción del Núcleo Marxista Hilo Rojo durante esos mismos años, verifica, ante todo, la calidad marxista de dicho programa, en tanto que capacidad probada para cernir, explicar y actuar revolucionariamente, de forma consecuente, sobre el discurrir social.

Con todo, por el mismo avance en la aprehensión del marxismo que ha reportado la lucha por el programa, algunos puntos de éste habrían sido hoy retocados si hubiéramos decidido proceder a una nueva redacción de éste. En particular, en la tesis correspondiente a la dictadura del proletariado hubiéramos explicitado, sin duda alguna, la forma insoslayablemente soviética que ésta tomará, ya no como fruto de una tendencia subyacente -tal y como se ha mostrado a lo largo de esta presentación- a la realidad concreta de la lucha de clases en nuestro tiempo, sino, más allá de ello, en tanto que necesaria e inmanente continuidad, en la nueva revolución, de una de las lecciones, de dominio universal-histórico, que aportó la anterior, a saber: los soviets como órganos del poder revolucionario del proletariado, realidad que, a su vez, sólo se demostró factible en tanto que éstos fueron dirigidos por el Partido Comunista...

De la misma manera, y cómo asimismo indican, a modo de paradigma, algunos materiales complementarios publicados en el presente folleto, en la actualidad nuestro núcleo se halla en condiciones no sólo de asentar, como hace el programa, las premisas básicos de un auténtico trabajo comunista de masas -por ejemplo, en los sindicatos o al respecto de la cuestión nacional-, sino que también, como fruto del desarrollo de una lucha marxista en dichos terrenos, ha llegado a elaborar políticas revolucionarias absolutamente concretas que permiten la labor revolucionaria consecuente de masas, en lucha abierta por el Partido Comunista, en dichos campos específicos...

Nada de ello, sin embargo, nos autorizaba a modificar el "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución". De un lado, todos y cada uno de esos avances programáticos realizados, lejos de negarlo, han sido posible de su mano y lo reafirman. De otra parte, a lo largo de estos años, ni una sola de los escasísimas críticas verdaderamente políticas que ha merecido nuestra lucha ha versado sobre tales cuestiones mencionadas. Lejos de marchar separados de nosotros, a causa de la necesidad de llevar a término tales desarrollos, implícitos en el programa, cuya importancia -a la vista está- no se le ha escapado, por el contrario, en momento alguno, a nuestro núcleo, los compañeros más revolucionarios que hemos tenido la oportunidad de encontrar por el camino, han diferido de nuestra política, en otros asuntos, fundamentales, de aquél, en cuestiones que hacen, de hecho, objetivamente, al balance y la delimitación históricas de los campos de clase en lucha. Por añadidura, hemos de constatar que hasta la fecha, y pese a los no pocos amores y desamores ya despertados por nuestra acción, no hemos recibido ni una sola crítica, merecedora de dicho nombre, acerca del conjunto del "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución" que dicta nuestra lucha...

Así, pues, el programa del Núcleo Marxista Hilo Rojo -en los actuales tiempos en los que ni los compañeros más conscientes del nuevo movimiento proletario que se está conformando comprenden aún la importancia vital, para extraer lecciones fundadas del combate, de actuar, en consecuencia, con un programa previamente definido, ni los compañeros más honestos que pugnan voluntaristamente por librarse de las cadenas del caduco movimiento obrero contrarrevolucionario, hacen suya, asimismo, la necesidad de actuar, en base a un programa desplegado y de establecer relaciones presididas por la clarificación programática- ha devenido, de hecho, un documento histórico que no debe ser modificado, en tanto que atestigua, al más alto nivel, la existencia en escena, ya desde 1994, bien que de forma harto reducida, de un primer núcleo marxista cuyo surgimiento y pervivencia, desde entonces, expresaba y expresa no sólo los intereses revolucionarios del proletariado de nuestro tiempo, sino la misma inminencia de su próxima revolución.

Será entonces, en suma, cuando las masas trabajadoras devengan, otra vez, en la vía de la Comuna de París de 1871, en la vía de la Revolución proletaria mundial abierta por el Octubre soviético de 1917, las indiscutibles protagonistas revolucionarias del panorama social, habrá periclitado la hora del "Programa del Partido Comunista para preparar el Partido Comunista de la próxima revolución" y de cuantos agrupamientos marxistas en torno a él se hayan producido por el camino. Llegado ese nuevo alba de otra batalla decisiva entre burguesía y proletariado, la tarea al orden del día, para los revolucionarios, ya no será preparar ningún Partido, sino levantarlo, alzarlo con lo puesto, en base a un nuevo programa que dirigirá el nuevo combate entablado, a plazo inmediato y a vida o a muerte, por la dictadura del proletariado contra la dictadura del capital, por la victoria definitiva de la revolución comunista. Será entonces cuando, en el transcurso de unos pocos años, quizás tan sólo de algunos meses o semanas que harán historia, todos los proletarios conscientes rendirán cuentas, ante el conjunto de su clase, acerca de en qué emplearon el presente tiempo de relativa tregua social.

El Núcleo Marxista Hilo Rojo lo ocupa, por entero, en la línea histórica señalada por el Partido de Marx, Engels y Lenin y bajo la bandera desplegada del programa marxista de nuestros días, en preparar el Partido Comunista de la próxima revolución.

Para llevar a buen puerto ese combate decisivo convocamos y tendemos la mano a todos los proletarios avanzados, auténticamente conscientes de su deber para con la clase explotada. 


NÚCLEO MARXISTA HILO ROJO

Barcelona, a 14 de abril de 1998


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